martes, 15 de enero de 2008

Él fue!

El Señor Lehman llega de Londres con su mujer y su hija. El Distrito de los Lagos era un buen lugar para pasar unos cortos días de descanso aprovechando las vacaciones de William Lehman, luego de un año de trabajo ininterrumpido . La Señora Lehman sugiere alquilar una casa rural, lejos de la gente y más cerca de la naturaleza de los lagos, los bosques y el cantar de las aves.

Ya instalados, en una cabaña muy comoda y amoblada, deciden salir a conocer los alrededores del lugar y disfrutar de los encantos de tan místico lugar, rodeado de vida verde alimentada solo por la luz del sol. Los Señores Lehman deciden salir, pero Lisa, la hija de la familia, prefiere quedarse en la cabaña esperándolos.

Lisa tiene 17 años, es muy linda, y además disfruta de su vida en la ciudad. Aceptó viajar sólo porque el viaje era necesario debido a una recomendación del Doctor de su padre. A pesar de ello, sugirió un lugar de hospedaje con algunas comodidades y no de dantesco espíritu rural.

Sola en casa, decide ver algo de televisión mientras espera que sus padres regresen de su entretenido reconocimiento del terreno. Pasan las horas y Lisa empieza a incomodarle la demora de sus padres, decide salir de la cabaña para conocer un poco los alredores. Camina entre los árboles pensando en lo alto y tenebrosos que estos son, piensa en la naturaleza, y en la escaza empatía que le tiene. Camina y sigue caminando, como si se dirigiera hacia algún lugar, sus pies solo atinan a avanzar. En un momento se detiene, ha llegado hasta una casa de madera muy pequeña de aspecto antiguo, se acerca lentamente, cuando de repente, a los pocos segundos, sale un chico, el cual camina hacia Lisa, tiene su mirada clavada en sus ojos, se detiene frente a ella y dice ser el dueño de la casa. Aquel misterioso joven intenta ser amable con ella, se ofrece a acompañarla y sin ninguna duda alguna Lisa accede a tal proposición.

Caminando por el bosque, Lisa percibe cierta conexión entre aquel misterioso chico y ella. Luego de hablar por unas horas, el chico le propone volver a la casa de madera. Lisa se percata de la hora y agradece la invitación postergándola para otra oportunidad, alegando la necesidad de volver a su cabaña por la preocupación de sus padres al no encontrarla. El joven acepta la decisión, despidiéndose y esperando volverla a ver. Lisa se voltea, y en el primer paso que la aleja de él, el chico coge un tronco de madera del suelo y la golpea en la cabeza, dejándola inconsciente. El cuerpo yace tendido sobre un colchón de hojas ante la mirada fija de aquel desconocido, la mira por un par de minutos para luego cogerla de los pies y arrastrarla con suma calma hacia su morada.

El reloj de Sr. Lehman marcaba un cuarto para las 9 de la noche y junto a su esposa percibian un tenso ambiente, alimentado por la preocupación de no saber donde estaba Lisa.

-William, son casi las nueve, está muy oscuro afuera y Lisa no regresa. Es mejor que vayamos a buscarla o avisar al guardia del bosque.

-Tranquila mujer, no es la primera vez que Lisa tarda cuando sale, ella es asi.

-Si, pero ella no conoce a nadie por aqui, las pocas cabañas que hay por la zona estan muy distanciadas unas de otras.

-Ok, voy a buscar al guardia del bosque, tu quedate aqui por si regresa mientras no estoy.

William Lehman, era un señor de 40 años, una persona muy calmada y poco expresiva, comenzaba a preocuparse por su hija, su esposa tenía razón, Lisa no conocía a nadie y tal vez podría estar perdida intentando regresar a la cabaña. Quizás esto era lo único que inquietaba al Señor Lehman, pensaba mientras caminaba hasta el centro de guardia del bosque, el cual estaba a kilómetros de donde se hospedaban y obviamente no tenía comunicación telefónica. Mientras el Señor Lehman caminaba a traves del supremo bosque, llegó a su mente un rápido recuerdo de su niñez en Tremon Town, un lugar muy citadino pero rodeado de árboles, en los cuales se sumergió cuando necesitaba tranquilidad, pero sobre todo, cuando su alma requería escapar del mundo. Recordó tambien los mitos urbanos de su ciudad natal, aquellos que involucraban de manera macabra aquellos bosques, de los cuales se decían eran un lugar donde desaparecer era tan fácil como respirar. Todos estas remembranzas revoloteaban la mente de William Lehman, se entrecruzaban provocando nostalgia, aquella que uno quiere materializar con todas sus fuerzas al presente, al momento.

En el centro de guardia se encontraba el oficial Vetter, un tipo de unos 25 años aproximadamente, amante de los juegos de cartas y los cigarrillos.